Los futuros del español

«El español es el producto más internacional de España y de todos los países que lo tienen como lengua propia». Estas son las primeras frases del capítulo inicial del libro Los futuros del español. Horizonte de una lengua internacional, editado por Alianza Editorial y debido a la investigación rigurosa de tres especialistas en Economía Aplicada, los catedráticos José Luis García Delgado (Universidad Nebrija), José Antonio Alonso (Universidad Complutense) y Juan Carlos Jiménez (Universidad de Alcalá).

El estudio de los alcances de una lengua universal como la española que dispone de casi 600 millones de usuarios no es solo —ni acaso, en el futuro inmediato— un factor identitario, sino, además, económico, un activo “estratégico intangible” según los tres autores de este ensayo-informe de decisiva importancia para nuestro porvenir y el de la comunidad de hispanohablantes. Los tres académicos detectan una “posición aventajada” hoy por hoy de la lengua española porque, de una parte, se ha unificado, es homogénea, dispone de una ortografía estandarizada, circunstancia que la convierten en un instrumento comunicativo especialmente idóneo. Al tiempo, y hasta el momento, “al iniciarse el siglo XXI” el español se ha beneficiado de una demografía expansiva. Pero, en este aspecto, los autores advierten de que el optimismo debe dejar paso a la cautela: “Es ya constatable el retroceso en los indicadores de crecimiento de la población en todos los países que hablan español, cuando, además, la inmigración de latinos en Estados Unidos se ralentiza, hasta perder la primacía desde hace algunos años a favor de la que llega desde el otro lado del Pacífico.”

Esas eran ventajas competitivas del español. Pero “la demografía”, advierten, “deja de ser nuestro aliado”. Sobre este hecho comprobable, y que los tres economistas han investigado con una seriedad que responde a la solvencia de su trayectoria, los “futuros” del español ya no son los que eran. Por ello, lanzan algunas advertencias desarrolladas cada una de ellas en los correspondientes capítulos de un libro imprescindible en el buen diagnóstico de las posibilidades de nuestra lengua común.

No confiemos al crecimiento vegetativo de la población hispanohablante la suerte de nuestra lengua común”. Es el primer aldabonazo, porque esa variable de potencia demográfica debe ser sustituida por el vigor de la economía de los países que usan el español y de su investigación científica. Ante la expansión del inglés como lengua franca —segundo aviso—, Alonso, Jiménez y García Delgado previenen de que nuestra lengua crecerá en la medida en que sea útil y al servicio que preste “en las comunicaciones internacionales”. Por eso aconsejan enseñarla en Europa, Brasil, continente asiático y, más aún, en Estado Unidos, con el propósito en este gran país de “adquirir el rango de segunda lengua”.

Además, hemos de llevar en andas al español al espacio virtual, al mundo digital: “La posición de los países hispanohablantes se sitúa por debajo [del promedio] en todo lo que concierne a la economía digital”. Y, en fin, explican nuestros economistas, la importancia sustancial de que el español acompañe siempre la internacionalización empresarial y reclame política de Estado: “El español ha de considerarse bien preferente a todos los efectos —también presupuestarios— y su proyección internacional concebirse como una tarea de largo aliento, con las prioridades que comporta en el campo de la enseñanza del idioma, de la elección de las lenguas de trabajo en foros internacionales y en el apoyo a todos los procesos de creación cultural y comunicación científica”. Porque la lengua es, en feliz expresión de los ensayistas, una “propiedad mancomún” de España y de los demás países hispanohablantes.

Hacía mucha falta un informe como este. Porque España y su Estado han caído en la molicie del vencedor eterno suponiendo que el español es tan fuerte que su futuro solo puede ser prometedor y nunca dudoso e incierto. Tres economistas —no tres lingüistas— nos sacan del error y nos devuelven a una realidad que debería inquietarnos. Y lo hacen con un especial sentido de la oportunidad, cuando en nuestro país, por razones estrictamente coyunturales, de conveniencia política, se está manejando la lengua de todos como una lengua de parte, renunciando al extraordinario valor cohesivo del que dispone. No hay políticas de Estado para el español; se practican contrapolíticas identitarias que desconocen hasta qué punto el idioma común es, además de instrumento de integración, un filón de prosperidad susceptible de cuantificación en el PIB de los países que lo hablan. De tal manera que el Gobierno actual —ahora en funciones—, como los partidos secesionistas y nacionalistas, está jugando, no solo con variables identitarias, sino con un activo estratégico que beneficia también —y no disminuye ni amenaza a los idiomas minoritarios en España— a todas las comunidades desde el punto de vista económico.

¿Qué futuro le espera al español como lengua internacional? «Los futuros del español» ofrece respuesta a ese interrogante desde un cuidadoso manejo de la información estadística y con un creativo enfoque para explorar las dimensiones económicas que encierra una lengua. Como segundo idioma internacional por el número de quienes lo tienen como dominio nativo y el cuarto por el total de quienes lo hablan, el español aporta no solo una poderosa seña de identidad colectiva, sino también uno de los intangibles más valiosos para la comunidad de sus hablantes. Ante el imparable desarrollo de los mercados globales y las tecnologías de la comunicación, es hora de explorar los posibles futuros que le aguardan a nuestro idioma e identificar las políticas para hacer realidad el escenario más promisorio.

A tal empeño se dedican los autores de este volumen (José Antonio Alonso, Juan Carlos Jiménez, José Luis García Delgado), que retoman, de una manera original y brillante, la línea de investigación que pusieron en marcha, en su día, con el proyecto «Valor económico del español».

El rigor, la solvencia y la profesionalidad de los autores de este Los futuros del español viene avalada por precedentes y exhaustivos trabajos sobre este crucial asunto que ha tomado con especial interés la Universidad Nebrija, al frente de cuyo observatorio sobre el español está José Luis García Delgado, un catedrático de Economía Aplicada de larga trayectoria que escribió lo siguiente el pasado día 30 de septiembre en diario ABC (Política de Estado para el español) en relación con la decisión de incorporar a la Unión Europea y al uso en el Congreso de los Diputados las lenguas cooficiales en Galicia, Cataluña y País Vasco: “Visto lo visto, parece que no se trata tanto de mejorar el estatus de las lenguas cooficiales cuanto de mermar el de la lengua común, con la que más fácilmente nos entendemos entre todos, reduciendo así el espacio de lo que nos une, cercenando lo que compartimos (…)”. Podría añadirse a esta justa reflexión que, además de unirnos, la lengua española también nos da de comer. Observar el porvenir del idioma desde esta perspectiva pragmática —así lo hace la anglofonía y la francofonía— constituye un reto colectivo. Y, para entenderlo en todas sus claves, es básica la lectura de este libro que se presenta en Madrid el próximo día 10 de octubre.

Los futuros del español: Una selección de 10 propuestas

Demografía y políticas. No será la demografía, sino las políticas las que podrán consolidar en el futuro la posición privilegiada que el español tiene como segunda lengua internacional.

El español en EE.UU. El futuro del español en Estados Unidos depende de que se supere su condición de lengua migratoria y pase a valorarse como soporte de la producción cultural y de la actividad económica.

Políticas panhispánicas. El español es hoy una lengua fundamentalmente americana, por lo que toda política lingüística que se pretenda eficaz debe ser construida en diálogo con los países de la comunidad hispana.

Política de Estado. La promoción del español ha de considerarse un bien colectivo superior, objeto de una política de Estado, con importantes beneficios para el conjunto de la sociedad.

Lo importante es contar, no que nos cuenten. El atractivo de un idioma descansa, cada vez más, en la calidad, originalidad y mérito de aquello que se crea y produce en esa lengua, más que en el número de sus hablantes.

Lenguas minoritarias. La política de promoción del español, si quiere ser sostenible, debe estar acompañada de otra dirigida a apoyar la vitalidad de las lenguas minoritarias con las que convive.

Arquitectura institucional. Una política eficaz de promoción del español requiere de buenos datos, visión estratégica y una estructura institucional para su proyección sólida y coordinada.

Universo digital. La mayor penetración del español en el universo digital dependerá de que algunos países hispanohablantes corrijan su imitado avance en formación de las personas y desarrollo de infraestructuras.

El español como segunda lengua. Consolidar la enseñanza del español como lengua extranjera requiere una oferta amplia de profesores preparados, recursos económicos y una diplomacia educativa y cultural activa.

Política de largo plazo. Promover un idioma exige una política de amplio espectro, socialmente consensuada, con capacidad para fijar horizontes más allá del ciclo político e impulsada por actores pacientes.

ARTÍCULO ORIGINAL DE José Antonio Zarzalejos para www.elconfidencial.com

IMAGEN: Alianza Editorial

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