Entre 1908 y 1935, Miguel de Unamuno (1864-1936), escritor y filósofo español, viajó más de veinte veces a Portugal. Allí estableció grandes amistades y se enamoró de la cultura lusa y de la forma de ser de los portugueses. Para entender a Unamuno en toda su dimensión no se puede ignorar su paso por Portugal.
El trabajo como miembro del consejo de administración de la Companhia das Docas do Porto e dos Caminhos de Ferro Peninsulares (propietaria de la línea Salamanca-Barca d’Alva) permitieron a Miguel de Unamuno viajar con mucha frecuencia a Portugal. No recibía un sueldo por ejercer dicha función pero podía viajar gratis en el ferrocarril. Curiosamente, estas frecuentes escapadas al país vecino que realizó desde Salamanca, apenas aparecen citadas en las biografías del rector de su Universidad.
«Los biógrafos de Unamuno han marginado casi siempre sus estancias en Portugal, que con frecuencia han tratado como si fueran unas vacaciones. Según mis cuentas, Unamuno realizó entre 25 y 28 viajes a Portugal. Únicamente dos de ellos fueron para pasar vacaciones con su familia. Con Portugal sostuvo Unamuno un vínculo cultural y afectivo».
Agustín Remesal, periodista y autor del libro «Por tierras de Portugal. Un viaje con Unamuno» (2014).
Agustín Remesal (Gema, Zamora, 1947) novela en «Por tierras de Portugal. Un viaje con Unamuno» (La Raya Quebrada, 2014), los viajes de Miguel de Unamuno a Portugal, resultado de su intenso trabajo de documentación en archivos, bibliotecas y hemerotecas de los dos países. Y tras sumergirse en el constante vaivén a ambos lados de la frontera que Unamuno ejerció entre 1908 y 1935, Remesal no duda en afirmar que «no se puede conocer el personaje Unamuno en toda su dimensión si no se conoce su paso por Portugal». En política, por ejemplo, Unamuno aprendió lo que era el republicanismo de la mano de Guerra Junqueiro y toda la experiencia portuguesa durante los primeros diez años de sus viajes en el inicio del siglo XX. Y todo el debate republicano antimonárquico que hubo en Portugal lo trasporta 10 años más tarde a España cuando se enfrenta con el rey Alfonso XIII. Si hablamos de poesía, sostiene Remesal que «no podemos entender la obra de Unamuno si no se conoce la de Guerra Junqueiro o la de Teixeira de Pascoaes».
Para conocer una patria, un pueblo, no basta con conocer su alma -lo que llamamos su alma-, lo que dicen y hacen sus hombres; es menester también conocer su cuerpo, su suelo, su tierra.
Miguel de Unamuno: Fragmento de «Excursión», en Por tierras de Portugal y España (1911).
Unamuno viajaba a Portugal en busca de tranquilidad, casi siempre en solitario. Su primer viaje sería en 1908, a Lisboa para acompañar a la viuda de un escritor chileno, y su último viaje sería en 1935, también a la capital lusa, para un encuentro con escritores europeos. Entre medias, fueron sobre todo visitas a Oporto, donde anualmente tenía reunión del consejo de administración de la compañía de ferrocarril. También estuvo en Braga, Amarante, Barca d’Alva, Espinho, Aveiro, Viseu, Guarda, Buçaco, Coimbra, Figueira da Foz y Alcobaça. Unamuno «estaba enamorado de la cultura portuguesa y de la forma de ser de su sociedad. La tendencia suicida que viene de las saudades, la autodestrucción del portugués, ese sentimiento de pesimismo atroz que llevan dentro», destaca Remesal. Y no se puede olvidar que Unamuno «devoraba la literatura portuguesa». Fue sin duda el escritor europeo que mejor conoció Portugal en el inicio del siglo XX, que supo llegar a lo más profundo del alma lusitana. Existe influencia de Unamuno en los escritores portugueses de su época y viceversa. «Unamuno luchó como nadie para que la literatura portuguesa tuviese su lugar en Europa, fue un verdadero embajador de la misma en España».
«Por tierras de Portugal, un viaje con Unamuno», de Agustín Remesal, mezcla ensayo, novela y literatura viajera. Remeda en su título el que puso el propio Unamuno en 1911 («Por tierras de Portugal y España») a una serie de artículos publicados en diversas cabeceras entre finales del siglo XIX y principios del XX. Aunque el relato ha sido concebido en forma de ficción, todos los personajes, circunstancias y hechos están documentados. Cada uno de los diez capítulos en que se estructura el libro se corresponde con uno o varios de los viajes que, durante tres años, ha realizado Remesal por los mismos lugares que pisó y de los que dejó constancia en sus escritos el célebre rector de la Universidad de Salamanca. La Serra da Estrela, Nazaré y Amarante, entre otros enclaves y núcleos geográficos, son algunos de los lugares donde ha rastreado la huella unamuniana.
Escritores portugueses
Manuel Laranjeira, Guerra Junqueiro, Sampaio Bruno son tres de los escritores portugueses que más influenciaron al rector de la Universidad de Salamanca. «Unamuno conocía muy bien la realidad literaria de la época y la divulgaba, se esforzó mucho por divulgar la literatura portuguesa en España«, afirma el editor João Paulo Cotrim quien considera que existieron muchos temas en común en la literatura de los dos países. «Hay un espíritu de época, a nivel de la intelectualidad, una gran reciprocidad y relación. Se establecieron relaciones de amistad y literarias, artísticas, hay nombres que hacen el puente entre los dos países», añade. Unamuno entró en la cultura lusa en medio de los escritores, «la tesis del pueblo suicida se identifica con Unamuno», subraya Cotrim. En su opinión, «Portugal ofrecía a Unamuno sabiduría alrededor de las saudades, la tristeza, el pesimismo y el mar». Así mismo «admiraba mucho una componente de los poetas portugueses de aquella época, eran muy escuchados, leídos, respetados, le gustaba la mezcla de poesía con acción».
Para el profesor y escritor portugués Carlos Carrança «Unamuno consiguió captar el alma del pueblo portugués. Al contrario de los turistas que ven las cosas catalogadas y rápido, él buscaba lo que las personas no veían y escuchaba a quien sabía». Carrança defiende que la idea que el poeta español tenía de Portugal «se debía, en un setenta y cinco por ciento, a Manuel Laranjeira, un genio poco conocido que Unamuno ayudó a eternizar». Cree que Unamuno «necesitaba Portugal como un suplemento, para entender mejor España. El sentimiento trágico de la vida de Unamuno necesitaba el sentimiento lírico de la vida portuguesa», resalta. Creó lazos de ternura con escritores portugueses, en especial por los que se suicidaron por amar demasiado su país.
De los 6.000 volúmenes que hay en la Casa-Museo Unamuno, en Salamanca, 96 son libros portugueses. Se trata de una casona dieciochesca donde residía Miguel de Unamuno en su época de Rector de la Universidad de Salamanca, entre 1900 y 1914.
Miguel Torga admiró mucho a Unamuno, tomando incluso su pseudónimo de Miguel en Unamuno y Cervantes. «Torga aprendió con Unamuno a mirar al paisaje», explica Carrança, uno de los principales estudiosos de la obra de Miguel Torga. Torga y Unamuno tenían una gran diferencia de edad pero el portugués admiró mucho al español. «Torga no quiso conocer a Unamuno porque se quedó decepcionado al saber que venía al encuentro de escritores europeos invitado por Salazar. Torga decía que era mejor leer a los escritores que conocerlos», relata Carrança. Ambos «eran socialistas y murieron desencantados con el socialismo porque para ellos más que ideológico era moral. Y ambos se sentían una especie única», puntualiza. Tiene claro que muchos escritores y lectores portugueses han llegado a Unamuno por la admiración que Torga manifiesta por él en sus textos.
A día de hoy todavía queda mucho por estudiar de la relación de Unamuno con el país vecino. Tal y como afirman todos los que conocen mejor esos viajes, una de las asignaturas pendientes es identificar la influencia literaria portuguesa en la obra de Unamuno.
PUBLICACIÓN ORIGINAL de Belén Rodrigo para ABC Cultura
IMAGEN: Miguel de Unamuno, en 1924 en Puerto Cabras. (FOTO: Archivo del Gobierno de Canarias).